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Al cielo con calcetines cortos

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Al cielo con calcetines cortos

De la mano del prestigioso historiador Javier Paredes, se narra las vidas de tres niñas en proceso de beatifición. Cada una ellas se enmarca en su contexto histórico: La guerra civil, el franquismo y la democracia De una ellas, Alexia, se ha hecho recientemente una película.

Al igual que en su anterior obra, Santos de pantalón corto, donde nos hablaba de niños ya beatificados, ahora tratará de tres niñas menores de quince años que confesaron su fe con su vida cristiana heroica y que, por su juventud, mostraron un amor a Dios encendido sobre todo ante la prueba del dolor y el sufrimiento. Mari Carmen, Pilina y Alexia, las tres en proceso de beatificación

Del prólogo del libro, escrito por José Carlos Martín de la Hoz:

 

Cuando un cristiano ha llegado al cielo ha alcanzado la meta. Los santos son los que han entrado en la gloria. Entre los santos hay vidas muy heroicas; personas que han hecho grandes sacrificios por Dios y por los demás. Pero, también, hay santos con vidas menos espectaculares, aunque hicieron mucho bien silenciosamente. Y, finalmente, hay niños que, sin dejar de serlo, también han alcanzado la santidad. Al final lo que importa es haber alcanzado el cielo habiendo amado a Jesucristo e intentado parecernos a él.

 Entre los santos hay algunos que Dios quiere poner como ejemplo e intercesor para todos los cristianos; esos son los santos canonizables. No es ningún desdoro para un santo el no ser canonizable pues, al fin y al cabo ya goza de la visión beatífica y es eternamente feliz en la posesión de Dios. Desde luego el cielo no sólo no es aburrido sino gozo inefable, pleno y completo sosiego del deseo.

Mari Carmen con su madre y su abuela

 Para saber cómo distinguir unos de otros, la Iglesia se fija en la fama de santidad y en los favores y gracias que llegan del cielo por intercesión de los candidatos a la canonización. Un ejemplo gráfico nos ayudará a entenderlo: si hay humo es que hay fuego. El humo es la fama de santidad y favores. El fuego sería la señal de que Dios podría desear que ese santo fuera canonizado. Por otra parte, la fama de santidad y de favores debe extenderse boca a boca, de manera natural y espontánea. Es lógico; si a través de un siervo de Dios conseguimos un favor del cielo, es inmediato que se lo contemos enseguida a nuestros amigos.

 Los procesos de canonización son de las cosas más serias en la vida de la Iglesia católica; plenamente conscientes de tratar cosas divinas, los que intervienen en ellos procuran actuar cara a Dios y en conciencia. Vamos a repasar las diversas partes de este largo camino, para ser conscientes del rigor con el que se llevan a cabo. Las normas por las que se rigen están contenidas en la Instrucción Sanctorum Mater de la Congregación para las Causas de los Santos promulgada el 17 de mayo de 2007. También los niños que están en proceso, como los que fueron ya beatificados, han seguido estos pasos: la Iglesia los ha tomado en serio. 

Itinerario de una causa de canonización

 ¿Quién pone en marcha el proceso? Al que pone en marcha el proceso se le llama Actor, es decir el que actúa. Como los procesos de canonización suelen ser muy largos, y la Iglesia no tiene ninguna prisa, conviene que el actor sea una persona jurídica: una diócesis, una Institución de la Iglesia. Cuando es la familia o un grupo de amigos los que la impulsan, se les pide que constituyan una Asociación. Así, si pasan los años y van falleciendo los testigos, la causa continúa.

 El actor, para llevar a cabo esta tarea, busca y nombra una persona para que lo represente e impulse: se le llama Postulador. Suele ser un experto en historia de la Iglesia, en teología o un jurista. Su trabajo consiste en vigilar para que el proceso no se detenga. Por tanto, es la persona encargada del seguimiento de la cuestión; presentación de documentos en las diversas instancias, búsqueda de testigos, seguimiento de los trámites jurídicos, etc.

 

La primera tarea del Postulador es recoger los testimonios de personas fiables, acerca de los favores y la fama. Es decir, investigar si hay humo, pues eso indicará que hay fuego. Sólo cuando esté convencido, preparará el siguiente paso. ¿Cómo se mide la fama de santidad y de signos? Muy sencillo: por metros. Se apilan las cartas, los e-mail, y cuando haya un buen número entonces ya se puede empezar.

 El Derecho de la Iglesia, ha establecido un mínimo de cinco años desde la muerte del posible candidato, para empezar un proceso. Se supone que es tiempo suficiente para comprobar que la fama de santidad y favores está suficientemente consolidada entre todo tipo de personas y en un amplio territorio. Si son pocos los testimonios y reducidos a un pueblo, lo mejor es dedicarle una calle. En cualquier caso, conviene recordar otra vez que esto no es rebajar a nadie, sino comprobar cuales son los proyectos del Espíritu Santo.

 Cuando el Postulador ha recogido los testimonios de fama y favores y ha preparado una pequeña biografía o semblanza ya puede, de acuerdo con el Actor, pedir al obispo de la diócesis que realice la comprobación de fama de santidad y favores.

 Los procesos de canonización en su fase instructoria dependen de los obispos de las diócesis, pues ellos, como sucesores de los Apóstoles deben velar por conservar y transmitir el tesoro de la Revelación entregado por Jesucristo a su Iglesia. Dentro de la fe cristiana, como una de las joyas más preciadas, está la memoria de los santos.

 Normalmente el obispo de la diócesis tiene mucho trabajo, por lo que suele nombrar una Comisión para juzgar esos hechos: un juez, un promotor de justicia y un notario que estudian la documentación: presentación, cronología, fama y favores.

 Esa comisión estudia la documentación y pide al Postulador que busque testigos que den fe. De ese modo, no sólo estudiarán papeles y documentos, sino también se entrevistará a personas que conocieron al candidato y lo trataron. El obispo, confirmados los hechos, podría firmar el decreto de fama y favores en general, o solicitar al Postulador más documentos y testigos.

 Seguidamente, el Postulador puede presentar ya la instancia oficial o libelo, con la que solicita oficialmente la apertura del proceso de canonización. La instancia incluye una documentación muy precisa: una biografía documentada, una cronología, una lista de posibles testigos y las presuntas dificultades que la causa puede encontrar o los aspectos menos favorables del Siervo de Dios que conviene investigar para aclarar y confirmar la heroicidad de las virtudes y la armonía de las mismas. Los santos no son los que no han caído nunca, sino los que se han levantado siempre y han perseverado con heroísmo en el camino de la imitación de Jesucristo. Por eso investigar los defectos del santo y su lucha, con la gracia de Dios, por crecer en las virtudes y erradicar sus defectos, hace resplandecer la acción del Espíritu Santo en las almas y la verdad de la santidad.

Alexia

 Para que el conjunto del Pueblo de Dios esté informado y pueda aportar testimonios, documentos y pareceres favorables o no, el obispo debe dar a conocer a los fieles de su diócesis la petición del Postulador. Esto se suele realizar mediante la publicación de un edicto del obispo en el Boletín de la diócesis. También, el obispo pide la opinión a los obispos más cercanos, los de la Provincia Eclesiástica.

 Con esos pareceres positivos el obispo solicita el parecer de la Congregación para las Causas de los Santos de Roma acerca de si hay obstáculos para la marcha del proceso. Cuando la Santa Sede concede el nihil obstat el obispo puede continuar.

 Seguidamente, el obispo debe confirmar que hay suficientes documentos para que el proceso pueda fundamentarse. Para ello nombra una comisión histórica. La función de estos peritos historiadores es investigar en los archivos particulares y oficiales y recabar todos los documentos relacionados con el Siervo de Dios: documentos personales: certificado de nacimiento, de bautismo, confirmación, muerte, sepelio; los profesionales: estudios realizados (de bachillerato, universitarios, etc.); trabajos desarrollados, condecoraciones. También se obtienen los testimonios escritos por personas que conocieron al Siervo de Dios así como las cartas recibidas por él. Finalmente, deben buscar los escritos publicados e inéditos: epistolario, conferencias, guiones, apuntes íntimos, diarios. Los miembros de la Comisión, al terminar su trabajo, lo entregan a la Comisión delegada y dan fe del fiel cumplimiento de su misión y de los obstáculos que han encontrado en su tarea.

 A continuación, el obispo nombra dos peritos teólogos que deberán leer todos los escritos publicados por el Siervo de Dios y dictaminarán si hay algo contra la fe y la moral en esas obras. Es muy conveniente que lean y estudien también los inéditos. Con todo ello realizan un perfil espiritual del Siervo de Dios.

 El juez delegado estudia esa documentación e informa al obispo si la causa puede ir adelante. En caso positivo, el Promotor de justicia elabora las preguntas para el interrogatorio de los testigos en la prueba oral del proceso.

 Este trabajo previo, largo y pormenorizado, proporciona al obispo una certeza moral de que hay suficientes pruebas de que hay una santidad canonizable y, también, que se podrá fundamentar bien que el Siervo de Dios ha vivido todas y cada una de las virtudes en grado heroico y también la armonía de las virtudes entre sí.

 Así pues, con todos esos datos el obispo puede decidir comenzar la vista oral o prueba testifical del proceso. Para lo cual nombra una comisión delegada: un juez delegado, un promotor de justicia y un notario actuario, y convoca la Sesión de Apertura.

 La Primera Sesión o Sesión de Apertura, es un acto solemne, en el que el Obispo o su delegado, los miembros del Tribunal y el Postulador, juran delante del Canciller de la Curia que cumplirán fielmente su tarea. También se fija el lugar y la hora de las sesiones.

A partir de ahí, los testigos serán interrogados cuidadosamente acerca de la vida, fama y virtudes del Siervo de Dios. El Postulador no puede asistir a las sesiones, para asegurar la plena libertad de los testigos.

 En el caso de que el Siervo de Dios estuviera ligado con alguna Institución, los testigos deben ser mayoritariamente ajenos a dicha Institución. También debe ser mayoría los testigos de visu, aunque peden admitirse algunos de auditu. Finalmente, deben abarcar el total del arco de la vida del Siervo de Dios y las diversas facetas de su existencia.

 El Promotor de Justicia estará atento para señalar precisiones en el modo de interrogar y asegurar que se investigan los puntos oscuros. Además, el juez deberá llamar algunos testigos de oficio, que pueden ser personas que testifiquen en contra o que pueden ayudar a clarificar la vida y la lucha espiritual del Siervo de Dios.

 El juez con el promotor de justicia y el notario deberán visitar la tumba y los lugares señalados de la vida del Siervo de Dios y comprobar que no hay manifestaciones de culto público. Si todo está correcto firmarán el decreto de non culto.

 Cuando el juez y el promotor lleguen al convencimiento de que no es necesario escuchar más testigos, firmarán el decreto de clausura. Asimismo se establece un plazo de tiempo para que el Postulador pueda revisar las Actas, comprobar si hay que hacer más investigaciones, llevar más testigos, etc.

 Terminados esos trabajos, se elabora un Trasunto y una copia pública de las Actas originales. Corresponde al obispo convocar la Sesión de Clausura. En ella, el obispo, los miembros del tribunal y el postulador juran haber cumplido con su misión. Se cierran y lacran el Trasunto, la copia pública, y un sobre que contienen las cartas  que el obispo, el juez y el promotor de justicia envían a la Congregación para transmitir sus impresiones generales y aspectos concretos acerca del proceso; validez de los testigos, circunstancias que rodearon al caso, etc. Finalmente, se nombra un Portador del Trasunto, de la Copia pública y del sobre lacrado. El Portador viaja a Roma y entrega en mano en el registro de la Congregación esa documentación.

 Seguidamente, la Congregación para las Causas de los Santos, estudia si se ha elaborado correctamente el proceso y, en caso positivo se concede el decreto de validez del proceso.

 La Consulta de la Congregación nombra un relator. El relator de acuerdo con el nuevo postulador, que debe tener su residencia en Roma, elabora la Positio. Es decir un trabajo en el que responden a la pregunta de si consta que el Siervo de Dios ha vivido en grado heroico las virtudes teologales de la fe, esperanza, caridad con Dios y con el prójimo y las cardinales de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza y sus anexas.

 La Positio es entregada en la Congregación. Una vez estudiada por la comisión de teólogos, si es favorable, pasa a la comisión de los cardenales consultores. Si es aceptada, pasa a la firma del Santo Padre. El Papa puede firmar el Decreto de Venerable y se publica en el Acta Apostolicae Sedis.

 Todo este proceso se llama vox populi Dei. Es decir, que ha sido escuchada y documentada la voz del pueblo de Dios y se ha alcanzado la certeza moral de que el Siervo de Dios ha vivido las virtudes en grado heroico y puede ser nombrado Venerable.

 Ahora bien, desde el comienzo de la Iglesia para canonizar a un Venerable hace falta el dedo de Dios, es decir el milagro. Eso se llama vox Dei.

 En las siguientes líneas el lector tiene la oportunidad de contemplar, de la mano del prestigioso historiador Javier Paredes, las vidas de tres niñas que están en proceso de beatificación. Tendremos por tanto ocasión de pasar de la teoría a la práctica. Pues los hombres necesitamos ejemplos vivos donde fijarnos y aprender.

 Sin predisponer el juicio de la Iglesia, el Prof. Paredes relatará la sustancia de sus vidas y nos impulsará a conocerlas y a recurrir a su intercesión ante Dios para pedir favores y gracias.

 Al igual que en su anterior obra, Santos de pantalón corto, donde nos hablaba de niños ya beatificados, ahora tratará de tres niñas menores de quince años que confesaron su fe con su vida cristiana heroica y que, por su juventud, mostraron un amor a Dios encendido sobre todo ante la prueba del dolor y el sufrimiento. Mari Carmen, Pilina y Alexia, las tres en proceso de beatificación.

No deseo adelantarles el resultado, pero descubrirán, sin duda, en su lectura, por qué se suele decir que los niños, frecuentemente, nos adelantarán en el Reino de los Cielos.

El autor

Javier Paredes

Javier Paredes es catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá. Renovador del género biográfico en los ámbitos universitarios, ha publicado varias biografías de destacados políticos y hombres de empresa de los siglos XIX y XX. Es director de la Historia Contemporánea de España y de la Historia Contemporánea Universal utilizadas como manuales en las Universidades españolas desde hace años. Compagina su tarea universitaria con colaboraciones en distintos medios de comunicación.